ATAHUALPA

El Inca Atahualpa

Atahualpa fue hijo de Huayna Cápac y Tocto Coca, nieta del Inca Pachacútec. Nació en el Cusco, pero desde niño residió en Tumibamba y Quito acompañando a su padre en las campañas del norte. Siendo joven mostró valentía , inteligencia y carisma, por lo que se convirtió en uno de los hijos predilectos del Sapa Inca; muy querido, además, por la nobleza norteña y los principales generales de la región.

Cuando murieron el emperador Huayna Cápac y su sucesor Ninan Coyuchi (1528) el Willac Umu, gran sacerdote del Sol, entregó la mascaypacha roja a Huáscar, considerando que era hijo de Coya o mujer principal. Atahualpa aceptó tal decisión, y sólo pidió ser designado como Inca Rantin, es decir su representante en Tumibamba.

Se sabe que había sectores de la nobleza muy descontentos por el nombramiento de Huáscar, considerando que no tenía méritos suficientes y temiendo sus planes reformistas que perjudicarían los privilegios de las panacas (ayllus reales). En 1529, el Sapa Inca descubrió la conspiración de su hermano Cusi Atauchi, a quien dio cruel muerte junto a varios de sus complices. Los nobles ejecutados eran prestigiosos miembros de la saya Hanan Cusco, bando que se distanció del Inca y siguió conspirando, promoviendo una rebelión que derrocara a Huáscar.

Huáscar, buscando afirmar su poder y eliminar a sus potenciales rivales, exigió la presencia de todos sus hermanos paternos en el Cusco con el pretexto de la llegada de la mallqui (momia) de Huayna Cápac a la capital imperial. Los orejones, mitimaes, curacas y generales de Tumibamba y Quito aconsejaron a Atahualpa no asistir, pues su vida corría peligro en el Cusco. Entonces Atahualpa envío dos delegaciones justificando su ausencia y jurando obediencia al Sapa Inca, sin embargo éste asesinó a unos y torturó a otros, acusándolos de ser parte de una rebelión que se preparaba en el norte del imperio.

La nobleza incaica de Quito y Tumibamba convenció a Atahualpa que la única salida era la guerra total contra Huáscar. Se preparó un gran ejército dirigido por los generales Quisquis, Calcuchímac y Rumiñahui, y se realizó una gran ceremonia para colocarle una mascaypacha roja reconociéndolo como nuevo soberano del Tahuantinsuyo. La guerra estaba declarada y traería funestas consecuencias para el Imperio de los Incas.

Después de algunas derrotas iniciales, los ejercitos atahualpistas comenzaron su incontenible avance rumbo al Cusco, dirigidos por Quisquis y Calcuchímac. La batalla decisiva se realizó en el paraje de Chontascaxas (Apurímac, Perú) donde los quiteños lograron tomar prisionero al Sapa Inca. Las tropas vencedoras entraron al Cusco y dieron cruel muerte a muchos familiares de Huáscar, principalmente a los miembros de la panaca Cápac Ayllu (descendientes de Túpac Yupanqui) a la que pertenecía el Sapa Inca derrotado. Éste fue torturado y obligado a presenciar los horrendos crímenes, para luego ser llevado semidesnudo rumbo a Cajamarca, donde lo esperaba Atahualpa.

Atahualpa, desde sus aposentos en la llaqta de Cajamarca, celebraba los contundentes triunfos de sus tropas en el sur. Considerándose invencible, aquellos días de noviembre de 1532, permitió que unos extranjeros barbudos, llegados por Tumbes, ingresaran a la sierra norte y se entrevistaran con él: eran los españoles. En los Baños de Pultumarca, fue el primer encuentro entre hispanos y el nuevo Inca. Hernando Pizarro convenció a Atahualpa para asistir a una comida y entrevista con su hermano Francisco Pizarro, prometiendo devolver los bienes que habían tomado sin autorización.

El 16 de noviembre de 1532 el nuevo Sapa Inca asistió a la plaza de Cajamarca acompañado por un impresionante cortejo de 6 mil personas, pero sólo con 200 guerreros con porras y sogas para matar a los barbudos que insolentemente se hacían pasar por enviados del dios Wiracocha y partidarios de Huáscar. Al atardecer de aquel día, en la plaza, el sacerdote español Vicente Valverde le exigió al Inca su conversión a la religión católica y sus sometimiento a la autoridad del Rey de España. Atahualpa rechazó aquel "requerimiento", por lo que las fuerzas invasoras atacaron sorpresivamente con armas de fuego, caballos y espadas. Ocurrió una horrenda masacre que ocasionó al menos 3000 muertos, en medio de la cual el Sapa Inca fue secuestrado y llevado al Amaruhuasi, donde soportaría un cautiverio de ocho meses.

Al conocer la avidez de los extranjeros por los metales preciosos, el Sapa Inca Atahualpa ofreció un fabuloso rescate de un cuarto lleno de oro y dos de plata, por su vida y libertad. Muchas llaqtas (ciudades), templos y palacios del Tahuantinsuyo fueron dilapidados para cumplir con el acuerdo; sin embargo los españoles se repartieron el botín y prepararon la muerte del Inca. Las instigaciones de Diego de Almagro, el indio Felipillo y el cura Vicente Valverde consiguieron la sentencia de muerte para el Sapa Inca. Los cargos contra él no consideraron los usos y costumbres andinos; en realidad fueron pretextos para eliminarlo rápidamente.

Fue el 26 de julio de 1533, en la Plaza de Cajamarca, cuando Atahualpa fue preparado para la hoguera. Antes de consumarse la condena, el Sapa Inca aceptó bautizarse para que le cambien la pena. El frayle Vicente Valverde lo bautizó en el acto con el nombre de Francisco, en honor a su padrino, el jefe de los invasores. Luego de la ceremonia el Inca fue estrangulado y su cuerpo enterrado en la capilla de Cajamarca. Poco después los indios atahualpistas se llevaron sus restos a un lugar hasta hoy desconocido.