HUÁSCAR

El Inca Huáscar

Cuando en 1528 se supo en el Cusco de las muertes del emperador Huayna Cápac y el príncipe Ninan Coyuchi, el Willac Umu, máximo sacerdote del Imperio, colocó la mascaypacha roja a Topa Cusi Huallpa, llamado también: Huáscar. El joven inca era hijo de Huayna Cápac y Raura Ocllo, nació en Huascarpata, al sur del Cusco y tenía experiencia administrativa por haber ejercido como Inca Rantin de su padre, mientras éste residía en Tumibamba.


A pocos meses de asumir el gobierno, Huáscar descubrió una vasta conspiración, donde estaban implicados varios de sus hermanos que querían encumbrar al Cusi Atauchi, muy estimado en el Cusco. La furia del Sapa Inca fue implacable, mandó degollar a todos los conjurados entre los que se encontraban orejones de importantes panacas (clanes), principalmente de la saya Hanan Cusco. Para sentirse seguro, Huáscar se alejó de la nobleza cusqueña y se rodeó de nobles advenedizos, lo que ofendió gravemente el orgullo de los cusqueños.

La situación se agravó cuando anunció que enterraría las mallquis o momias de los incas y confiscaría las ricas propiedades de las panacas. El ambiente de descontento incrementaba la posibilidad de una rebelión; Huascar tenía muchos hermanos en diversas regiones y algunos eran sospechosos de haber apoyado a Cusi Atauchi o de preparar una nueva sublevación. Para eliminar a los hermanos rivales Huáscar los convocó a la capital para la gran ceremonia de recepción de la mallqui o momia de su padre Huayna Cápac, que llegaba desde Quito.

El auqui o príncipe Atahualpa, por consejo de nobles y generales de Tumibamaba no viajó al Cusco, sólo envió una delegación con el argumento que estaba en campaña contra ciertas tribus rebeldes del extremo norte. Huáscar humilló y dio muerte a la embajada de Atahualpa ordenando su inmediata presencia en el Cusco. Nuevamente su hermano envió una grupo de nobles con regalos y mensajes de sometimiento a su autoridad; el Inca enfurecido los mató y envió ropas y aromas femeninos para Atahualpa, esto significaba su sentencia de muerte. El cronista Juan de Betanzos cuenta que Huáscar prometió ejecutar a su hermano por conspirador y exigió que se le considere de la saya Hurin Cusco y nunca más de Hanan Cusco, bando que apoyó a Cusi Atauchi y ahora a Atahualpa.

Atahualpa era medio hermano de Huáscar, y uno de los hijos predilectos de Huayna Cápac. Desde niño vivió en Quito y Tumibamba, por lo que era muy apreciado por los orejones del norte, los grandes generales y los señores cayambis y caranquis del Ecuador. Precisamente, fueron sus parientes y partidarios quienes le aconsejaron no viajar al Cusco y más bien prepararse para la guerra y la toma del poder.

Una vez declarada la guerra Huáscar envió al general Átoc quien avanzó rápidamente al norte y ganó la batalla de Mocha , pero fue derrotado, capturado y decapitado en Ambato. Su cráneo fue revestido de oro y utilizado como vaso trofeo por Atahualpa. El Sapa Inca envió un nuevo ejército encabezado por Huanca Auqui quien fue derrotado en Tumibamba y Mullituro. El príncipe rebelde, Atahualpa, contaba con decenas de miles de soldados veteranos de las campañas del norte y con experimentados generales que le permitieron avanzar hasta Huamachuco. Desde allí envió a Quisquis y Calcuchimac para la campaña final en el centro y sur con el objetivo de destruir a los huascaristas y tomar el Cusco.

Ante la grave emergencia el mismo Huáscar dirigió sus tropas y logró victorias como las de Tahuaray y Cotabambas, sin embargo perdió la decisiva batalla de Chontacaxas; más aún, fue tumbado de su litera y tomado prisionero por el bravo general Quisquis. Los vencedores ingresaron al Cusco y dieron horrible muerte los partidarios y familiares de Huascar, incluyendo mujeres embarazadas y niños que fueron colgados desnudos y desviscerados en su presencia.

Huáscar fue humillado, torturado y llevado semidesnudo rumbo a Cajamarca, ciudad a la que no llegó, pues fue degollado en Andamarca (tierra de los lucanas, en Ayacucho) y sus restos arrojados al río Negromayo. Atahualpa, quien ya era prisionero de los españoles, ordenó su muerte, temeroso de que Pizarro lo libere y devuelva el poder.