DIBUJO: LOS NOBLES DE SANGRE

Ilustraciones de Edson Torres de Kuntur Art. Representan a los poderosos "orejones" de las panacas (ayllus reales del Imperio Inca).

LAS CONQUISTAS DE TUPAC YUPANQUI

Por: Arturo Gómez Alarcón

Cuando todavía era un joven auqui (príncipe), Túpac Yupanqui se distinguió por sus exitosas campañas militares que lo llevaron a la anexión de diversos reinos y señoríos como Huarco (de Cañete), Ishma (de Lurín y Rímac), Colliq (del Chillón) siendo su más famosa conquista, la del Imperio Chimú, integrando al Tahuantinsuyo toda la costa norte del Perú. Su espíritu emprendedor lo llevó a incursionar en las tierras de los Chachapoyas (Selva Norte), Cañaris y Cayambis (en Ecuador) y a realizar un gran viaje marítimo a las islas de Ahuachumbi y Ninachumbi (en la Polinesia). Esta expedición duró nueve meses para luego retornar al Cusco donde lo esperaba el anciano Inca Pachacútec.

Ya en el gobierno , Túpac Yupanqui continuó la obra de su padre, expandiendo y consolidando el imperio incaico Emprendió la conquista del Antisuyo (Selva Alta o Rupa Rupa) acompañado de sus generales Otorongo Achachi y Chalco Yupanqui, logrando anexar extensas áreas ideales para el cultivo de coca y el aprovisionamiento de hierbas medicinales, plumas de aves exóticas y abundante madera.

Derrotó la gran rebelión de los collas del Altiplano y consolidó el dominio inca en la región de charcas. Avanzó más al sur y extendió el Collasuyo conquistando a los tucumanes, huarpes, cuyos, diaguitas y atacamas de los actuales países de Argentina y Chile. Estableció los límites meridionales del Imperio en el río Maule sin dedicar mucho esfuerzo en someter a los araucanos.

EL EJERCITO DE LOS INCAS

Guerrero del Tahuantinsuyo. Dibujo: Juan Carlos Silva


Por: Raúl Porras Barrenechea

El ejército del Imperio Inca, por su organización y disciplina, fue uno de los más poderosos de la historia universal. Los soldados estaban preparados para expediciones lejanas, y lo más frecuente era su retorno victorioso para celebrar en el Cusco los triunfos guerreros.

En los días de apresto bélico, el ejército llevando delante de sí el Suntur Paucar y la capacunancha con sus plumerías irisadas, iba rodeando el anda del Inca al son de las caxas, pincujillos, wallayquipus o caracoles, antaras y pututos, en un bullicio ensordecedor que hacía caer aturdidas a las aves del cielo. Los soldados aclamaban al Inca y entonaban sus Hayllis de guerra. Antes de emprender la jornada los sacerdotes hacían los sacrificios y alzaban su plegaria al Hacedor: "¡Oh sol, padre mío que dixiste haya cuzco y tambos, y sean estos tus hijos, los vencedores y los despojadores de toda la tierra; que ellos sean siempre mozos y jóvenes y alcanzen siempre victoria de sus enemigos!". El día del triunfo del Inca vencedor de los Chancas o de los Collas, llegaba anunciado por el ruido de su ejército y pasaba por la calle que llevaba al Coricancha, pisando los despojos y las armas de sus enemigos. Hombres y mujeres delirantes entonaban a su paso el haylli y loa de la batalla.

El triunfo de los Incas en todas sus campañas se debió, sin duda, a la superioridad de su organización política y social y al mayor adelanto de su técnica militar. Fue el champi o maza, con la punta de bronce, aleación que sólo los Incas conocieron en América, el más poderoso resorte o la verdadera arma secreta de las victorias incaicas. Pero lo fue también, principalmente, su moral heroica, su capacidad para la lucha y el sufrimiento y su confianza en sí mismos que es el mejor acicate del heroísmo.

EL HUARACHICO

Por: Raúl Porras Barrenechea

El huarachico o warachicu fue la fiesta de iniciación en que los jóvenes recibían, después de pruebas deportivas de carrera, de lucha, de arco y de honda, las insignias y signos militares, los pantalones o huaras y las ojotas. Además se les horadaban las orejas para usar los grandes aretes distintivos de su rango. Ese día el pueblo bailaba repetida e incansablemente el taqui llamado huari, instituido por Manco Cápac, que duraba una hora y los jóvenes cadetes se presentaban ante el Inca que los exhortaba a "que fuesen valientes guerreros y que jamás volviesen pie atrás".

SISTEMA VIAL DE LOS INCAS

El sistema víal incaico tuvo como columna vertebral al famoso Capac Ñan o Camino Real que atravesaba longitudinalmente el Perú, y llegaba hasta Ecuador, Bolivia, Argentina y Chile.

DIBUJO: EL INCA PACHACUTEC

Dibujo de Toñito Ávalos ilustrando la historia de "La Achirana del Inca", recogida por Ricardo Palma en sus Tradiciones Peruanas. Se puede ver al Inca Pachacútec y su amor imposible.

DIBUJO: LOS MITIMAES

Los incas movilizaban ayllus cuando era necesario. A los grupos trasladados se les llamaba mitmakuna o mitimaes. Dibujo: Toñito Ávalos

LA EDUCACION INCAICA


El pueblo incaico, al que algunos cronistas e historiadores se empeñan en pintar como un pueblo apacible, tímido y fatalista, tuvo en sus días de auge el culto del valor y la vocación por la milicia. La educación de la juventud, la vida del plebeyo y del noble, –el trabajo, la fiesta y la oración– tendían a exaltar entre los Incas, los sentimientos de virilidad y de poderío, la conciencia del triunfo contra las fuerzas hostiles de la tierra y contra las tribus díscolas desconocedoras del signo de grandeza del Imperio. La más grande emoción del pueblo incaico y la visión más genuina del Cuzco Imperial, no es la de los días de siembra y de cosecha, con sus ingenuas rondas y cantos de alegría rural, ni tampoco el solemne espectáculo sacerdotal del Inti Raymi, no obstante la vocación agrícola de los primitivos pobladores; sino el estruendo guerrero de los días de preparación militar y la estrepitosa algazara de la entrada de los Incas victoriosos al Cuzco.

La educación de la juventud que había de marchar a la guerra, se inspiraba en principios de disciplina, de abstención rigurosa, de estoica resistencia y en ejercicios de agilidad, fuerza y destreza. A los dieciséis años los jóvenes nobles eran sometidos a prueba –en el ayuno en Colcampata, comiendo sin sal ni uchu o ají, absteniéndose de bebidas espirituosas–, corriendo desde el cerro de Huanacaure hasta la fortaleza de Sacsahuamán, casi legua y media, luchando en equipos contrarios, atacando o defendiendo la fortaleza, haciendo varias noches la vela de los centinelas y rivalizando en el manejo de la lanza y el arco, en puntería y en distancia. Todo el pueblo presenciaba y alentaba estos esfuerzos viriles. Los padres y parientes iban al borde del camino, en el que corrían sus hijos, para animarlos, "poniéndoles delante, dice Garcilaso, la honra y la infamia, diciéndoles que eligiesen un menor mal reventar antes que desmayarse en la carrera". Los simulacros de lucha eran a veces tan reñidos que algunos mozos eran heridos o morían en ellos por la codicia de la victoria. El mayor quilate de un guerrero indio era la impasibilidad ante el peligro. Los maestros jugaban con los discípulos, pasándoles las puntas agudas de las lanzas delante de los ojos, o amenazándolos herir en las piernas, sin que los jóvenes debieran siquiera pestañear o retraer algún músculo. Si lo hacían eran rechazados, diciendo que quien temía a los ademanes de las armas, –que sabía que no le habían de herir–, mucho más temería las armas de los enemigos y que los guerreros incaicos debían permanecer sin moverse "como rocas combatidas del mar y del viento". ¡Profunda y bien aprendida lección de estoicismo que admiró el conquistador español, cuando el caballo de Soto, llegó hasta el solio de Atahualpa, en desbocada carrera, salpicando con su espuma las insignias imperiales, sin que un sólo músculo del rostro del Inca se contrajera ante la insólita y desconocida amenaza!

DIBUJO: PAREJA ENAMORADA

Un guerrero inca y su novia enamorados. Dibujo: Dionisio Torres.